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Ansiedad

La ansiedad​

En el lenguaje psiquiátrico actual se usan frecuentemente los términos ataque de pánico y ansiedad, siendo ambos diagnósticos muy comunes. En la medida en que vivimos en tiempos de mucha incertidumbre en las relaciones sociales, a lo que se suma a menudo la precariedad económica, a veces cuesta diferenciar entre estos fenómenos.

El psicoanálisis prefiere usar el término angustia, y lo hace de una manera muy específica.

A diferencia de algunas corrientes en medicina y psiquiatría, que conciben la angustia como una disfunción física o un afecto negativo, y a diferencia de la psicología, que la piensa como una anomalía del juicio, para el psicoanálisis la angustia supone el modo de acceder a lo más singular de cada persona.

Jacques Lacan impartió un seminario entero, el Seminario X, sobre este tema, considerando la angustia como un afecto que queda por fuera del lenguaje, de las palabras. Lacan toma muy en serio que Kierkegaard, el filósofo danés, ubicó la angustia ahí donde se resquebraja la dialéctica hegeliana de los conceptos.  En este mismo Seminario X, Lacan dijo de ella: “es un afecto que no engaña”. 

Manifestaciones de la ansiedad y de la angustia

 

La angustia se manifiesta mezclada a menudo con la desesperación, y puede ocurrir en momentos de agitación y furia.  En el psicoanálisis es un afecto que hunde sus raíces en el desamparo o Hilflosigkeit del que habló Freud.

Es un afecto muy insoportable y penoso, que puede producir grandes obstáculos e incluso sensación de parálisis; a veces lo que se experimenta es que no hay ninguna salida. Algunas personas viven con pequeños niveles de angustia en su vida cotidiana: sudores fríos, nudo en el estómago, mareos, temblores…

Tratamiento de la ansiedad

 

En medicina se trata de hacerla desaparecer, a menudo con fármacos. En la terapia psicoanalítica se trata de ver qué función está teniendo, cuando ocurre, en el psiquismo de la persona; y una vez localizada se podrá reducir y eliminar.

Tratar la angustia exige mucho tacto y delicadeza porque el sujeto que la experimenta se puede hallar en un estado de bastante fragilidad e inseguridad, en la medida en que muy probablemente la propia imagen de sí mismo también se halla quebrada o al menos dañada.

En la terapia se tiene siempre presente que la angustia es la de una persona que habla, y es a través de las palabras que dice acerca de esa angustia cómo se puede tratar.

Si la angustia no engaña, es porque ella plantea una pregunta, la del deseo. Uno se angustia cuando no sabe lo que el Otro quiere de nosotros.  ¿Qué quiere el Otro de mí? Por eso, Lacan también dijo que la angustia no es sin objeto. La causa de esta angustia es la presencia del Otro como tal.

Si la angustia no engaña, entonces el tratamiento  de la ansiedad está orientado a hacer surgir para el analizante la pregunta acerca de su deseo en referencia al deseo del Otro. Se puede poner un tapón a la angustia cuando se sitúa en terapia algún síntoma que sirva para ello.

© 2022 Howard Rouse 

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